sábado, 22 de diciembre de 2007

El pan nuestro de cada dia

Voy a comprar el pan todos los días casi a la misma hora, resultado de semanas de ensayo y error, y a veces solo a veces tengo suerte.
La piel de un ocre oscuro, del color de la arcilla, de las tinajas cargadas de agua en algún oscuro rincón de la casa o el jardín. Los rasgos indios y criollos peleando por cada centímetro de rostro, por el grosor y la curvatura de los labios, la nariz respingada, los pómulos altos, la mejillas redondeadas, las pestañas como abanicos, las cejas arqueadas bajo su propio peso, y una- la izquierda- atravesada por un piercing, los ojos verdes. Los ojos verdes y traslucidos, irisados, de felino bípedo, refulgiendo en facetas como una esmeralda, pero su color no es tan oscuro es mas como el de los racimos rebosantes de uva que cuelgan sobre mi cabeza. Sus ojos verdes para encandilar mi alma y clavar mi cuerpo en alfileres de deseo bajo el paraíso de la esquina. Los brazos fuertes, bajo de estatura, el torso completamente lampiño, lo he visto varias veces trabajar con el torso desnudo. Los cabellos negros, lacios, salpicados aquí y allá por algunas mechas platinadas, un ombligo que me invita a perderme en torbellinos. Ni idea como serán sus piernas o sus nalgas, usa siempre esos horribles pantalones amorfos que todo lo ocultan, solo de ves he cuando he visto la línea superior de su ropa interior. La voz entre el adolescente que ya no desea ser y el hombre que se asoma tímidamente.
_ buenos días, me saluda, es casi automático, apenas si me mira una fracción de segundo y pasa a mi lado hacia la calle. Y aun en esa fracción de tiempo me siento incapaz de sostener su mirada. Esa que busco perdidamente y de la que escapo rogando no haberme sonrojado.
Estoy sentado a la sombra de una parra, el sale al patio común que comparten mi casa y la panaderia. El sale al patio y el sol de la tarde lo ciega momentáneamente. Camina hacia las tinajas, saca un jarro cargado y toma el líquido, de seguro esta helado. Lo vacía y saca otro, pero esta ves lo derrama sobre su cabeza. Para hacerlo ha inclinado lo más que puede su cuerpo hacia delante y ha dejado que el agua lo unja y lo redima del bochornoso calor de diciembre. Abre los ojos y me ve.
_ ¿te gusto? se ha dado vuelta y caminado un par de pasos hacia mi, y la pregunta no suena para nada agresiva, o provocadora. Su tono es de sorpresa, de incredulidad, de verdadero descubrimiento. Es algo que acaba de intuir, descubrir, y apenas comienza a abrirse paso en su entendimiento.
-si, le contesto, siempre tan locuaz yo cuando hay millones de cosas que querría, que debería contestar, argumentar, seducir, justificar.
- ¿en que pensabas mientras me veías? Se acerca un par de pasos mas, y ahora si, al compartir la sombra conmigo, sus ojos verdes me atrapan en una jaula de luz.
-en lo mucho que me gustaría chuparte la pija, y no puedo creer que haya sido yo quien dijo esas palabras.
El termina de llegar hasta mí, y yo solo espero la trompada. En cambio veo sus manos, aun blancas de la harina que estuvo amasando, transformando en pan hasta hace minutos, sus dedos desprendiendo el botón superior del pantalón, bajando el cierre, el slip rojo, la negra masa de pelos, su sexo que comienza a desperezarse para mi en esta siesta de diciembre, que el me ofrece sin palabras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Feliz Navidad men!!!

La jaula de los Osos. dijo...

Muy bueno, me gusta mucho tu forma de narrar y envolverme en la historia.